Celeste era definitivamente una muchacha única en el mundo. Su hermoso cabello largo junto con sus despampanantes ojos azules la hacían una persona muy difícil de ignorar que, a pesar de robarse la mirada de todos los hombres y los celos de muchas mujeres, su dulce pero insensata inocencia la hacía ignorar por completo los motivos detrás de tanta atención. Sin embargo, a este punto de su vida, Celeste ya tenía un poco más de conocimiento sobre lo crueles y despiadadas que pueden llegar a ser las personas embriagadas en lujuria…Y si de algo estaba segura, era de que su implacable belleza, en lugar de ser una virtud, se había convertido en un peligro total para su vida...
"At midnight in the month of June, I stand beneath the mystic moon" – Le pareció escuchar decir a una canción, muy a lo lejos.
Sus ojos giraban alrededor de la habitación mientras intentaba recordar lo que le había sucedido. La violación de aquellos monstruos, la traición de Tomás y el disparo aún estaban muy vívidos en su memoria… Pero definitivamente había algo más. Su mente recordaba un hombre... Una máscara…
Al entrar un poco en razón, descubrió que la extraña habitación de paredes negras y grandes espejos no era la suya... Por si fuera poco, su mano derecha estaba esposada al elegante respaldo que acompañaba a la gigantesca cama. Pronto, la idea de que su pesadilla se repetiría una vez más empezó a ganar la batalla por su cordura hasta que, poniendo un poco más de atención, notó al extraño hombre de traje oscuro que se encontró al salir de la bolsa, sentado en un sillón carmesí justo en la esquina de la habitación, mirándola inmutable y fijamente a través de su tenebrosa máscara antigás...
- ¿Dónde estoy? – Preguntó Celeste, aún mareada por la anestesia.
- En un lugar seguro – Respondió el hombre, con mucha indiferencia y sin moverse ni un centímetro – Tal vez no es el más elegante del mundo, pero aquí estarás bien.
- Estoy amarrada – Exclamó Celeste – Eso no me es la impresión de que voy a estar bien...
- Lo cual es totalmente razonable y evidente – Interrumpió el hombre – Sin embargo, debes entender que estás en un lugar ignoto con un personaje poco común. Desconociendo tu reacción y temiendo que un movimiento brusco lastimaría tu herida, decidí que lo ideal era usar esas esposas... Me disculpo con toda sinceridad por los inconvenientes.
- Claro, eso lo explica todo – Repuso ella, recalcando la ironía con su tono de voz – Pero bueno, ahora que ya vio que no le he hecho un alboroto y que sabe que estoy bien, ¿me puede dejar ir? Debo levantar una denuncia y avisarle a mi papá lo que pasó...
- Me temo que eso no será posible – Aseveró el hombre, con mucha seriedad – Tu padre está muerto, y si vas a la policía seguramente te matarán también...
Celeste se paralizó por unos segundos. Luego, empezó a llorar. Sintió que su vida había dado un giro demasiado surrealista y que, si ese hombre realmente decía la verdad, ella simplemente no podría soportarlo… Y menos sin su padre. Las lágrimas se convirtieron en furia y ella empezó a gritar:
- Eso no puede ser. ¡Déjeme ir!, ¡Déjeme ir, desgraciado!
- Comprendo tu desconfianza y lamento mucho lo ha sucedido – Respondió el hombre, aún inmutable – De hecho, quiero darte mis condolencias por adelantado y te aseguro que ya estoy trabajando en darle un funeral digno… Sin embargo, el hecho se explica a partir del conocimiento que uno de los hombres que te compró la noche de la violación es un jefe de policía, el otro es un político y los demás también son bastante poderosos... Definitivamente fuiste asaltada por las entidades casi intocables de esta ciudad.
- Sí, claro – Repuso Celeste, aun incrédula – ¿Y cómo sabe eso?, ¿Usted lo mató, o es que también es uno de esos hombres asquerosos?
- Por fortuna para ti, ninguna de esas suposiciones es correcta. Resulta que, al encontrarte accidentalmente en tan deplorable situación, además de curarte me decidí por investigar un poco sobre tu procedencia... Encontré la dirección de tu hogar y me aventuré a visitarla esa misma noche para avisarle a quien fuera que estás bien... Cuando finalmente llegué, la puerta estaba abierta y este tipo estaba cortándole la garganta a tu padre. Tengo las billeteras de ambos si dudas de mis palabras. Descubrí que el asesino era una especie de narcotraficante y le saqué mucha más información sobre ti y lo que había pasado... Me explicó con detalles quienes habían sido, a lo que cada uno se dedicaba, como tu novio te había vendido, el video que grabaron, cuanto pagaron por ti... ¡Y ahora estoy haciendo un rico guisado con el cerebro de ese hombre!
Un minuto de silencio acompañó aquella horrible afirmación. Celeste se paralizó al pensar que estaba frente al personaje más enfermo y psicópata que jamás conocería en su vida. Maldijo su suerte al ver que no se podía liberar de este tipo de personas. El hombre de la máscara se levantó del sillón, se acercó a Celeste y observándola como un doctor a su paciente, continuó:
- Me sorprende que a este punto de la conversación no me hayas preguntado quien soy... Sin embargo, estoy seguro que te debes imaginar que soy una especie de psicópata o caníbal, lo cual no está muy lejos de la realidad, pero... Suponiendo que eso es cierto, ¿cuál es el motivo por el cual no debería desollarte hacer una deliciosa barbacoa contigo en este preciso momento?
- Porque – Respondió Celeste, tragando un poco de saliva y soltando más lagrimas por el temor – Ahí afuera hay un hombre que hace que no me importe morir, y si me cocinas y me haces barbacoa, no tendré manera de hacerle sentir lo mismo que yo siento a ese hombre.
- Eso significa en esencia que no te importa morir – Dijo el hombre, volviendo a sentarse en su sillón carmesí – Incluso si eso representa que tu sepultura sería mi estómago… Pero, también desearías que ese hombre tuviese un final como el tuyo, ¿verdad?
- Sí, digo... Para serle honesta, con todas las cosas que me ha dicho que han pasado y lo que me hicieron a mí, siento que morirme es de las cosas que menos me importan... Pero, si tengo la oportunidad de matar a ese demonio antes de irme al otro lado, me encantaría hacerlo.
- Lo cual es tremendamente sensato en esta situación tan abominable… Sin embargo, disculpando mi indiscreción, ¿Puedo preguntar qué era lo que estudiabas antes de que todo esto sucediera? – Continuó el hombre, esta vez con un tono extrañamente amigable.
- Quería – Respondió Celeste, confundida – Quería ser doctora… Bueno, más bien cirujana.
- Eso es perfecto – Exclamó el hombre – Estás, aunque no lo parezca, frente al mejor cirujano del país... Bueno, lógicamente eso era cuando ejercía mi carrera… Pero considero que aún sigo siendo absurdamente bueno.
- Entonces… ¿Eres cirujano? – Preguntó Celeste, mucho más confundida.
- Por supuesto. No te hubiese podido sacar esa bala y curado tu herida si no fuese así.
- Pero... ¿Por qué? Digo… Esa máscara, el guisado de cerebro… – Celeste tomó un segundo para ordenar sus ideas y continuó – ¿Qué fue lo que hizo que me salvara?
- Si tu bondad me permite sincero, debo responder que fueron esos pequeños detalles que acompañan tu carisma… Tus ojos, más que nada...
- ¿Mis ojos? – Dijo Celeste, esta vez asustada.
- Si, tus ojos… Simplemente fue extremadamente llamativo ver como estabas en aquella calle, sangrando y a punto de morir, conservando esa mirada tan característica y poderosa... Esos ojos que desean morir con muchas ansias pero saben que no pueden porque están decididos a que alguien debe morir antes que ellos... Y, si me permites decirlo, realmente creo que nadie con asuntos pendientes merece morir.
- Entonces – Continuó Celeste, aún más confundida – ¿Me salvó porque quiero matar a alguien?
- No, por supuesto que no. Se notaba que eras muy inocente antes que esos tipos te arrebataran el alma... Y la buena noticia es que uno de ellos va camino al infierno... Simplemente sé que eres una buena persona, y yo no mato a buenas personas...
- Bueno... Gracias... Por el cumplido y todo pero… Aún sigo amarrada ¿sabes?... Espero que eso no signifique que quieres hacer algo conmigo...
- ¡Lo siento, había olvidado por completo ese detalle! Me distraigo mucho al conversar… En un segundo te libero. Solo te daré unos cuantos calmantes para el dolor y otros antibióticos para evitar posibles infecciones y... Por cierto, escribí una pequeña receta en cada recipiente para que no olvides las horas que debes tomarlas, y te recomiendo que comiences a hacerlo al llegar a tu casa o a donde sea que vayas a pasar la noche para evitar complicaciones – El hombre sacó tres frascos del bolsillo de su saco, y poniéndolos en la mesita de noche al lado de la cama, procedió a sacar la llave de las esposas para liberarla – Todas las pastillas son componentes muy económicos y efectivos que puedes conseguir en cualquier farmacia, así que puedes tener toda la confianza de consumirlos y no tendrás problemas en obtener más cuando estos se terminen. Ahora, déjame tomar tu mano y… ¡Bien, eres libre!
- Muchas gracias... Pero... No tengo a donde ir, digo, no sé qué hacer ahora...
- Podrías ir a tu casa – Continuó el hombre, guardando las esposas en la gaveta de la mesita y sacando un rollo de billetes – Pero sería un poco peligroso dadas las circunstancias. Otra opción es que puedes ir a un hotel y esperar ahí hasta que las cosas se tranquilicen un poco; te daré unos cuantos billetes para cubrir los gastos y te olvidas del asunto... Eso, o puedes quedarte aquí por un tiempo.
- ¿Disculpa? – Respondió Celeste, conmocionada – ¿Aquí, en serio?
- ¡Indudablemente! ¿Qué año de medicina estabas cursando, por cierto?
- Primero...
- ¡Perfecto! Tengo un amigo que puede conseguirte una nueva identidad, con papeles y todo... Puedes continuar tus estudios en la ciudad capital, si lo deseas.
- Espera, espera… No he dicho que quiero quedarme, pero... ¿Qué pasará si lo hago?
- Primero que nada, cocinare algo normal para cenar…
- ¡Hablo en serio!, ¿Qué vas a hacer si me quedo?
- Básicamente, te ayudaré a ser la mejor cirujana del país… Solo cumpliendo con una importante condición.
- ¿Y esa cuál es?
- Simple, mataré a todos los hombres que te violaron, los seis hombres restantes... Luego destruiré ese vídeo, y tú... Tú matarás a Tomás.
- Estás loco – Repuso Celeste – Tomás es millonario, y tú mismo dijiste que los demás son casi intocables.
- Lo cual lo hace más divertido, en teoría.
- ¡Nos van a matar a los dos!
- …Y a ninguno de los dos nos importa, ¿cierto?
Ambos se miraron mutuamente por unos segundos. La propuesta era muy extraña pero potencialmente buena. Sin poder ver sus ojos, Celeste continuó:
- Tu mascara da mucho miedo...
- Lo sé...
- ¿Puedo ver tu cara?
- Mi rostro es mucho peor que lo que estás viendo en este momento.
- No me importa… Yo quiero ver al hombre detrás de la máscara... ¿Puedes mostrarme, por favor?
El hombre se quitó la máscara. Al verlo, Celeste no pudo evitar observar aquellos extraños ojos amarillos que parecían brillar como monedas de oro entre su piel extremadamente pálida. Notó también que el personaje era aparentemente joven y que tenía una inalterable expresión formal que parecía justo la de un doctor experimentado en su oficio... Pero, lo que más le llamaba la atención, era como se podía ver a través de su mirada algo extremadamente tenebroso y horrible, como si los ojos de aquel hombre reflejaran todas las víctimas, la sangre y dolor que llevaba consigo… E, irónicamente, a Celeste le sedujeron mucho estas características y pensó que el hombre era un galán muy bien parecido. Ella continuó:
- Tus ojos dan mucho miedo.
- Supongo que sí – Dijo el hombre, aún inmutable.
- Pero… ¿Por qué haces esto?, digo, todo eso… ¿Por qué lo haces?
- Antes lo hice por alguien, luego lo hice por algo… y al final, simplemente se volvió costumbre… Los viejos hábitos mueren lento o se terminan muriendo contigo.
- ¿Y porque yo?, ¿por qué ayudarme?
- No tengo una respuesta muy lógica para eso… ¿Destino?
- ¿Destino?
- ¿Te han dicho que haces muchas preguntas?
- ¿Te han dicho que hablas mucho y que usas palabras muy rebuscadas, o que tu voz mucho da miedo hasta sin la máscara?
- Todo el tiempo.
- Pues es lo mismo, yo pregunto muchas cosas y en especial cuando no conozco a la gente… ¿Y este vestido que estoy usando de dónde salió?
- Era de mi prometida... Viviríamos juntos, pero murió en un accidente de avión antes de nuestra boda. Lo único que sobrevivió fue su equipaje y me lo entregaron a mí al ser lo más cercano a un familiar... Nunca tuve el valor de tirarlos, y dado el caso que cuando te encontré estabas totalmente desnuda, pensé que sería lo más apropiado.
- Lo siento mucho – Respondió Celeste, apenada.
- No te preocupes, fue hace mucho tiempo.
- ¿Y qué vas a hacer si me quedo?
- Como decía, si te quedas… Cocinare algo normal.
El silencio se apodero de nuevo de la habitación. Celeste miraba al hombre con una leve sonrisa, y sin pensarlo mucho, continuó preguntando:
- ¿Cómo te llamas?
- ¿Eso importa?
- Bueno, mi mamá siempre me enseñó a ser una dama muy recatada y mi papá a ser una mujer decente… Si los dos estuvieran vivos, les daría un infarto saber que ni si quiera se tu nombre y ya estoy viviendo contigo...
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