jueves, 31 de octubre de 2013

LA MASCARA ANTIGÁS





"El primer amor es el que se recuerda por siempre"  Le dijo un día su ya difunta madre "Cuando encuentres al hombre de tu vida, lo sabrás inmediatamente".

Celeste nunca había sido besada en su vida. Sus fantasías con príncipes azules y romances de novela la mantenían tan inocente e inmaculada como una niña pequeña, y a pesar de sus dieciocho años de edad, las fuertes doctrinas inculcadas por sus padres y sus fuertes creencias religiosas aún se mantenían a flor de piel.

"Sé que el amor de mi vida será sorpresivo" – Decía Celeste – "No sé quién será, pero sé que será perfecto..."

... Y así fue. Como una sorpresa de buen gusto, Celeste se encontró con el hombre que ella siempre había soñado en el lugar menos pensado: en su primer trabajo. Ella era una mesera a medio tiempo en una heladería, y él un cliente muy frecuente. Se habían visto de vez en cuando, pero nunca habían tenido la oportunidad de conversar. A ella le pareció un hombre muy bien parecido desde el principio, y a él no le molestaba en absoluto la presencia de la bella Celeste. Ella no podía comprender del todo por qué le encantaba tanto ese hombre, y se repetía a si misma que tal vez era solo por sus intensos ojos verdes y su gusto por la ropa elegante, o tal vez solo por su manera tan educada y amable de tratar con todas las personas... o tal vez por su sonrisa excitante y cuerpo escultural... y entre más lo pensaba, más se daba cuenta que ese era el príncipe azul que ella quería en su vida... Y él... él se daba cuenta que Celeste estaba hechizada.

La historia de amor floreció un día de invierno, cuando Celeste había olvidado su paraguas en el trabajo y solo llevaba un abrigo de algodón para protegerse de la lluvia. A la mitad de su camino a casa, una fuerte tormenta empezó a caer y Celeste se encontró en un buen problema... hasta que llegó él, protegiéndola con un enorme paraguas y una gran sonrisa.

- Esta lluvia es terrible – Dijo él, con esa voz que tanto encantaba a Celeste – La llevare a su casa.

- ¡Sí!... digo, muchas gracias, de no ser por usted seguramente llegaría empapada a casa...

- Me llamo Tomás, ¿y usted?

- ¡Celeste! Me llamo Celeste. Es un gusto conocerlo...

Aquella conversación fue suficiente para que Celeste cayese rendida ante la idea de que Tomás era el hombre de su vida. Los días siguientes y el interés de ambos por volverse a ver ayudaron a que la relación floreciera. Muchos capítulos e historias románticas nacieron de aquel hecho, incluidos viajes a hermosos jardines y ciudades, su primer beso a la luz de la luna con una hermosa vista al mar, la sorpresa de Celeste al darse cuenta que su maravilloso novio era un excéntrico millonario que vivía en una hermosa mansión blanca repleta de pinturas y lujos... pero nada como la noche en que Tomás conoció a los padres de Celeste, temblando por causar una buena impresión y terminando la velada con la aprobación y sonrisa de su padre. Los días de enamorados iban perfectos y los recuerdos de veladas inolvidables se acumulaban... perfectos... tan perfectos...

La noche en la que ambos se encontraron solos en una habitación con un hermoso balcón y grandes ventanas con vista a las luces de la ciudad fue totalmente inolvidable para Celeste. Después de unas cuantas copas de vino blanco y una exquisita cena en el restaurante más elegante de la ciudad, la novia estaba lista para entregarle a Tomás lo que ella consideraba más importante en su vida; su pureza. A estas alturas de la vida seguramente es anticuado pensar que la virginidad es una prueba de amor inmensa, pero para Celeste y sus ideales, eso era como entregar su mismísima alma y corazón. Tomás fue desabrochado poco a poco el vestido blanco de la joven Celeste en medio de apasionados besos y caricias, acercándola despacio a la gigantesca cama mientras sus figuras eran reflejadas únicamente por velas aromáticas...

- Te amo, Tomás – Dijo Celeste – y quiero hacer esto contigo, pero...

- No digas nada. Yo también te amo, Celeste... solo... déjate llevar.

Pronto, ambos estaban ya acariciándose en aquella cama repleta de pétalos mientras música suave y romántica sonaba al fondo. Los besos se volvían cada vez más apasionados y las ropas cada vez eran menos... las caricias se volvían más íntimas... el ambiente más cálido... y todo, absolutamente todo, era perfecto.

Al terminar la noche, Celeste se sintió completamente avergonzada. Era la primera vez que un hombre la veía desnuda... ¡era la primera vez que estaba sola con un hombre! Su corazón latía a mil por hora y quería pasar más tiempo bajo los brazos de Tomás, pero su moral insistía mucho... "Llévame a casa" murmuró.

Ambos se subieron a la limusina, aún desarreglados y estupefactos. Celeste se acostó en las piernas de Tomás y lo miró a los ojos fijamente, sonriendo con mucho cariño y esperando que su amado dijera algo... pero no dijo nada. Celeste notó como el hombre que la convirtió en mujer se veía tremendamente frío y distante. Tratando de romper el hielo, ella dijo:

- Eres el hombre de mi vida, ¿lo sabes?

- Lo sé – Respondió Tomás, sin expresión alguna.

- Quiero que estés a mi lado por siempre... porque... te amo.

- No tienes que decirlo, yo sé que me amas – Interrumpió Tomás, sonriendo.

La limusina se detuvo. Celeste miró por la ventana, esperando ver la casa de su padre frente a ella, pero descubrió sorprendida que estaban en un lugar totalmente desconocido y de mal aspecto. "Mi amor, esta no es la casa de mis padres... ¿se equivocó el conductor de camino?" susurro, nerviosa. "No, el camino es el correcto. Aquí es a donde te bajas esta noche" dijo Tomás, aun sonriendo. Antes de que Celeste pudiese hacer otra pregunta, un tipo gigantesco abrió la puerta y la sacó del auto violentamente. Pronto la metieron a una extraña casa en donde solo había una mesa de madera, varios lazos y una cámara profesional de vídeo. Ella gritaba el nombre de Tomás mientras el hombre que la agarraba, quien era bastante gordo y alto, la despojaba de su ropa violentamente. Vio como otros cinco tipos bastante asquerosos salían de otra habitación, y como otro hombre conversaba con Tomás. Al observar con más atención, logro leer los labios de su novio diciendo "Era virgen hace una hora... es que no me pude aguantar y la probé... si, te la daré a mitad de precio... créeme, la disfrutaras como a ninguna...". Los tipos la amarraron a la mesa de madera y comenzaron a grabarla con la cámara mientras ella aún gritaba.
Escuchó como Tomás se retiró mientras los tipos empezaron a quitarse la ropa...

"Yo quiero ir primero" escucho al gordo decir.

...Entendió de pronto que aquel hombre que ella creyó perfecto era el peor ser humano sobre la tierra, que había sido engañada por un enfermo psicópata que le juraba amor eterno, y que ahora... ahora sería violada por siete hombres igual de mórbidos...

Los hombres la grabaron, sodomizaron, torturaron y violaron durante horas. Se reían, tomaban, fumaban y apagaban todos sus cigarrillos en las piernas de Celeste, pareciendo mucho más excitados cuando la pobre chica gritaba de dolor. Cuando al fin se cansaron y Celeste no tenía más fuerzas para gritar o moverse, decidieron terminar el trabajo. Uno de ellos saco un revolver y le disparó justo en el pecho a la pobre mujer, quien no murió en el momento, pero supo que eso era suficiente para liquidarla. Los cinco la tomaron y, metiéndola a una bolsa negra, la subieron en el maletero de un auto, manejándolo por diferentes calles de la ciudad y finalmente terminando en un sucio callejón, en donde la lanzaron sin ninguna compasión con la seguridad que la lluvia y la humedad terminaría por borrar toda evidencia...

Una tormenta torrencial comenzó a caer, y con las últimas fuerzas que le quedaban, Celeste logró salir de la bolsa, arrastrándose por el pavimento totalmente desnuda, aun sangrando y con esperanza de encontrar a alguien que la ayudase.

Pronto vio en la cercanía a un hombre que caminaba hacia ella. No pudo distinguirlo hasta que ya estaba muy cerca, y descubrió repentinamente que no se trataba de alguien normal. El personaje vestía un traje formal negro acompañado con una corbata del mismo color, una camisa formal blanca y un chaleco oscuro... pero eso no era todo... La vestimenta de aquel hombre incluía unas botas militares que llegaban cerca de sus rodillas junto con unos guantes de cuero notoriamente llenos de sangre. Sus ojos se cerraban mientras observaba los últimos detalles del extraño individuo; el tipo arrastraba con su mano derecha una gigantesca bolsa que parecía dejar un rastro de "algo", y el estilo de su cabello consistía en un largo mohawk de color rojo que dejaba caer sobre un rostro que, definitivamente, no era nada parecido al de un humano. Al observarlo un poco más notó que el hombre estaba usando una extraña máscara de gas, y al pensar que su mente le jugaba una broma, Celeste perdió el conocimiento... Lo último que sintió fue como alguien la levantó y la llevo en sus brazos, y sintiéndose protegida una vez más como en algún momento se sintió con horrible novio. Celeste pensó un poco y murmuró:

“Quiero... quiero que estés a mi lado por siempre... y juntos arrancarle la cabeza a ese demonio... y violarlo... con un cuchillo o una cierra... y amarte a ti hasta el fin de mis días".

"Suena divertido" – Respondió el extraño personaje – "Pero estoy seguro que no tienes idea de lo que estás hablando, y yo nunca hablo de amor en la primera cita..."

Celeste sonrió, y no sintió nada más. Las colchas de la muerte se la habían llevado, y con las últimas funciones que su mente le permitieron, pensó:

"Bueno... al menos morí sonriendo..."

"Oh, entonces, que pena que aún no estés muerta" – Escuchó la voz de aquel hombre decir.

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